La organización mundial de transporte por carretera (IRU) ha lanzado un plan de emergencia de 17 puntos para que los gobiernos aborden el aumento de los precios del combustible y su impacto en el transporte y los planes de descarbonización.

Los precios del diésel han subido un 63% a escala mundial desde enero de 2021, que no ha hecho más que repuntar desde el inicio de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Los aumentos en el precio del combustible han afectado los márgenes de los operadores en un 9% en dos meses, pero sus márgenes de beneficio neto suelen ser poco más del 3%.

La escalada del precio empuja la inflación mundial y el transporte por carretera se enfrenta a posibles bloqueos o paradas. Al tiempo, los pequeños operadores de transporte podrían quebrar y colaborar en el colapso de las redes de movilidad.

La empresa analista estadounidense KeyBanc Capital Markets ha señalado que los precios de las tarifas al contado en los Estados Unidos se han desplomado por la falta de una demanda al alza, lo que se junta con el ascenso del precio del gasóleo que ya alcanza los 1,687 dólares por litro (6,38 dólares por galón). Se espera que las tarifas bajen aún un 15% en las próximas semanas.

Radu Dinescu, presidente de IRU, ha señalado que “los operadores de transporte por carretera se enfrentan a una crisis de flujo de caja, especialmente el 90% que son pequeñas y medianas empresas. La volatilidad en los precios del diésel y los términos comerciales inflexibles significan que tienen poco margen de maniobra y las quiebras van en aumento. Esto dañará la capacidad y la eficiencia de la red de transporte por carretera y afectará a la inflación y la economía en general. Necesitamos actuar ahora”.

Entre las medidas, la IRU pide un mecanismo de ajuste de los impuestos especiales sobre el combustible para los operadores de transporte, la IRU también pide que todos los modos de transporte paguen el mismo impuesto sobre el combustible que tiene diferencias de hasta el 96%, que se mantengan en uso operativo de todos los combustibles alternativos existentes de bajo y cero emisiones. Asimismo, se pide revisar cuidadosamente las políticas de descarbonización para planificar un cambio más gradual hacia los combustibles renovables o incorporar opciones de combustibles con bajas emisiones de carbono que ya están en funcionamiento, como el biodiésel, el biocombustible o el GNL.